El Klimt Landscape Show es más y menos de lo esperado

Entre las adiciones más fascinantes se encuentran dos docenas de pequeñas fototipias del portafolio “Das Werke von Gustav Klimt”, divididas entre las tres galerías de la muestra. Flotan en el fondo, creando una reseña en voz baja de la carrera pictórica de Klimt. Aquí se pueden ver sus paisajes de transición y una serie de recursos compositivos de finales de la década de 1890. Uno es el aislamiento de formas verticales o flores en los centros de algunos cuadros, como paisajes como «El Girasol» o una de sus obras figurativas más famosas, «El Beso». Fototipos de los dos cuelgan uno al lado del otro en la segunda galería de la muestra.

Pocas pinturas de Klimt existen hoy en día únicamente en copias fototipias. Muchos de los originales fueron destruidos en la Segunda Guerra Mundial; Otros fueron reelaborados. Por ejemplo, el Retrato de Emilie Flözin de Klimt de 1902-03, que se ve aquí en fototipia, es uno de sus primeros retratos decorativos. Poco después de que fuera fotografiado para el portafolio, Klimt lo reelaboró ​​y lo actualizó con su último trabajo. Intensificó el azul, dividiendo las figuras en finos patrones parecidos a mosaicos y añadiendo un brillo plateado.

A medida que avanzas en el programa, los puntos se conectan tanto visual como históricamente. La instalación deja extraordinariamente claro que los famosos broches de Hoffmann son pequeños jardines de flores y árboles que dialogan con los paisajes de Klimt: son cuadrados y enfatizan su modernidad.

Puedes ver otra conexión de este tipo cuando llegas a la tercera y última galería de la muestra, donde cinco paisajes tardíos parecen llenar todo el espacio con su denso follaje. Algunos de los troncos de estas imágenes tienen troncos sinuosos de color marrón, verde partido, negro y gris.

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Entre sus curvas y sus formas ligeramente alucinatorias, evocan algunos de los retratados de Klimt y sus vestidos fluidos. Como para dar testimonio de esta conexión inesperada, el inacabado “Retrato de Rhea Munk III” (1917-1918) de Klimt cuelga en una pared cercana, una figura de tamaño natural de una mujer de cabello oscuro con una túnica floral holgada. Detrás de las bandas de flores transformadas en una variedad de objetos reales, estilizados o decorativos, se encuentra una verdadera pintura del logro de Secession-Werkstadt.

Dudo que haya habido muchas exposiciones de Klimt como ésta, un estudio tan evocador e incidental de su vida y su época, con un uso tan inusualmente efectivo del contexto extremo. Cuando llegue a la galería final para admirar un pequeño grupo de paisajes tardíos, es posible que tenga una idea diferente de cuántas pinturas se necesitan para llevar a cabo una exhibición de esta escala, y aún así tenga sentido. Hice.

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